miércoles, 19 de mayo de 2010

Uridim, cuaderno de bitácora D&D 09.05.2010

En cuanto leí el documento me giré hacia el líder de los sectarios que además de estar inconsciente, estaba bien atado.

Los dos Asimar se fueron del lugar para preparar el barco, y el idiota del humano comenzó un interrogatorio de risa.
Tras despertarlo, el guerrero trató de intimidarlo una docena de veces consiguiendo solo que cada vez se tomase menos en serio que su vida dependía de nosotros... De modo que decidí actuar.

Desenfundé mi daga y comencé a andar hacia él, el guerrero me salió al paso pero era demasiado lento y lo esquivé.
Me arrodillé junto al sectario y coloqué mi daga en uno de sus dedos.

Recuerdo haberle preguntado si sabía lo que dolía perder un dedo, y recuerdo que en ese momento el guerrero volvió a tratar de adoptar una pose intimidatoria, solo consiguiendo que el sectario se tomase a risa mi amenaza.
Con el fin de demostrarle que no tenía intención de andarme con tonterías, le rebané uno de sus dedos.

El líder sectario gritó de dolor y no se de donde, apareció el mediano y le arrancó de cuajo un trozo del codo.
Tuve que apartar la mirada de aquello, pero no podía detenerlo, no si quería que el sectario creyese que podríamos llegar a cualquier cosa.
Aun así comenzó a sangrar demasiado y tuve que improvisar un torniquete en su brazo.

Lo que no me esperaba para nada fue la reacción del guerrero... Imitando una extraña "entereza moral" agarró al sectario y tiró de él para sacarlo de aquél lugar.
Sin duda había perdido el juicio si es que algún día lo tuvo. ¿No pensó que con eso solo conseguía que no hablase nunca? Puede que los métodos del mediano hubieran sido extremos, pero a fin de cuentas ya no podíamos evitarlo.
Decidí que tenía que impedírselo y agarré yo también al sectario por el otro lado. Lamentablemente el tozudo humano tenía más músculos que yo y no pude retenerlo, de modo que en cuanto giró la cara para mirarme le solté un puñetazo en la cara a fin de que soltara al sectario.

El estúpido del guerrero siguió tirando de él, de modo que me vi obligado a amenazarlo para que se detuviese.
Desenfundé mi arco y le avisé de que si trataba de sacarlo de allí le dispararía.
Al subnormal del humano no se le ocurrió otra cosa que burlarse de mi diciéndome que "si le disparaba, lo pagaría"; de modo que le disparé.

Al tremendamente habilidoso Brakend le creció una flecha de la espalda y gritó pidiendo auxilio, pero siguió andando, de modo que le disparé otra flecha.

Escuché entonces que el asimar llegaba, y supe que me tomarían por algún tipo de asesino y que darían la razón al ingenuo del guerrero, de modo que con rapidez saqué mi daga, me hice un corte en el hombro y me tiré al suelo.

No se que estupideces dijo el humano, pero el caballero decidió que su versión era más real que la mía sin siquiera escucharme, y trataron de atarme. Yo procuré evitarlo, pero no lo conseguí.


Ya en el barco comenzó una especie de interrogatorio en que el guerrero se limitaba a decir que yo era un psicópata y que había estado a punto de matarlo, yo tuve que mentir, ya que sabía que los absurdos ideales del asimar le impedirían comprender que había obrado bien, que habría conseguido una confesión si la espada con patas de Brakend se hubiese estado cayado.

No me creyeron y me trataron como un criminal, de modo que decidí demostrarles la falta de inteligencia del humano a base de provocarlo.
Finalmente conseguí que me atacase delante de todos, y la opinión que tenían sobre él se vio mermada.

No es que me importara mucho, pero las "almas caritativas" del grupo decidieron que lo mejor sería cortar la cabeza al sectario sin hacerle más preguntas, de modo que lo mataron y enterraron.


Una vez llegamos de nuevo a la ciudad, yo me separé del grupo y fui a ver si el caballo seguía donde le había dicho. Me alegré al ver que así era, y me fui a cazar.


Horas después regresé al pueblo y comencé a buscar al grupo.
Cuando los encontré, un grupo de guardias de la ciudad les estaba deteniendo, acusándoles de "infieles", de modo que empuñé mi arco y disparé.
No tardamos mucho en acabar con ellos, y los "honrados" ocultaron los cadáveres en la casa de un extraño vidente. No comprendí bien ni quién era ni por qué confiaban en él; pero tampoco me importaba... Solo me importaba la misión que Elminster nos había encargado, y con este grupo de hipócritas no creía estar cerca de conseguirlo, de modo que decidí que lo mejor sería acercarme al cuartel de la guardia a mirar si mandaban a más gente en nuestra búsqueda.

Mientras estaba allí vi como el mediano trataba de entrar por la puerta, y como los guardias le impedían hacerlo.
Después se coló por una ventana, hubo un tremendo follón y saltó por la misma.
Los guardias salieron corriendo para buscarle, y la puerta se encontró desprotegida, de modo que el pícaro optó por entrar.
A mi no me quedó otra alternativa que salir de mi escondite y acompañarlo.

Subimos por unas escaleras y llegamos a una sala que parecía la del líder de la urbe.
El mediano comenzó a forzar la puerta y yo apunté con mi arco a la puerta, si lo hacíamos bien podríamos impedir un derramamiento de sangre dentro.

Cuando la puerta se abrió vi al líder, y no se por qué, pero supe que no se podía evitar el combate, y mi flecha voló hacia él.

Entre el pícaro y yo conseguimos abatirlo, y cogimos todos los documentos que parecían importantes del lugar, después fuimos a hablar con el resto del grupo, y el caballero asimar le ofreció al extraño vidente el ocupar el cargo de gobernante de la ciudad.
No me hizo ninguna gracia, pero no quise aumentar la desconfianza que sentían mis compañeros hacia mi, de modo que me callé.

No se bien cómo, pero minutos después estábamos acabando con los guardias que se negaban a aceptar al nuevo dirigente; y lo que fue aún más extraño, después el pícaro se metió en la herrería para obtener equipamiento.
Yo también entré y me quedé con todo lo que me pareció útil.

Estábamos listos para partir.