miércoles, 9 de junio de 2010

Uridim, cuaderno de bitácora D&D 29.05.2010

En cuanto el sol salió por el horizonte me alteré al observar como un hombre seguido por una enorme mantis se nos acercaba.
Subí a lomos del fiel caballo y me acerqué arco en mano.

Era un druida Asimar que se ofreció a acompañarnos en nuestro paso por el bosque.
Era ridículo que lo hicese, ya que yo sabía orientarme más que de sobra por aquél lugar; pero el mediano le invitó a acompañarnos y el resto del grupo no se percató de que podía ser una amenaza para nosotros.

Cuando nos encontrábamos a medio camino en el bosque, escuché el reclamo de mi clan que avisaba de que se acercaban. Respondí como estaba acostumbrado a hacer, y en cuestión de minutos los tuvimos encima.

Tras una charla ligera les pedí que me ayudasen a llevar al grupo al otro lado del bosque y accedieron.

Finalmente llegamos al pie de las montañas, y antes de despedirnos les dije que quería hablar con ellos. Le dije al elfo que nos acompañase y allí hablamos.

La conversación giró en torno a lo que nos había ocurrido hasta entonces, les narré todo y me prometieron ayuda en caso de necesitarla.
La drow fue tan estúpida como para mandar a su antinatural compañero a espiarnos... Me entraroon ganas de matarlo.

Al regresar con el resto del grupo les di aviso del comportamiento de la hechicera, pero no le dieron demasiada importancia... ¿Cómo no dar importancia a que una drow me espiase? En ese momento juré que acabaría con ella...
Pero en ese momento empezó la caza, la caza de kobolds.

Haciendo uso de mi experiencia como cazador comenzamos a seguir el rastro de los kobolds.

Nos enfrentamos a diversos grupos de aquellas penosas criaturas hasta que acabamos en una cueva.
Pensamos en acampar a las afueras de la cueva, pero el mediano insistió en que entraría a explorarla.

Me vi demasiado tentado a seguirle, de modo que lo hice aunque no debí haberlo hecho.

Cuando quise darme cuenta cuatro ogros me habían visto y corrían detrás de mi hacia el exterior de la cueva, por suerte el caballero escuchó mis gritos y se preparó para el combate.
Fue una lucha encanrizada en que creí que habían acabado con el único miembro del grupo no elfo que me inspiraba algún tipo de confianza; por suerte seguía vivo aunque malherido al terminar el combate, de modo que nos metimos en la cueva a pasar la noche.

lunes, 7 de junio de 2010

Uridim, cuaderno de bitácora D&D 22.05.2010

Aunque estábamos listos para partir, el sol comenzaba a ocultarse.
Yo no tenía ningún problema con viajar de noche, probablemente el resto del grupo sí; seguro que si el inteligente humano trataba de andar de noche terminaría con una pierna rota. La idea era tentadora.

Aunque durante unos momentos pensase si viajar o no de noche, el grupo entero actuó antes de oír mi opinión y se dirigieron al barco a dormir. Antes de marcharnos me fijé en que un elfo de aspecto débil nos seguía desde cierta distancia. No le di importancia. Un grupo con dos asimar, un humano, un mediano, una traicionera drow y yo, sería bastante llamativo.
La idea de pasar una noche metido en una sala de madera no me pareció muy tentadora y me decanté por subirme a algún lugar desde donde se pudiesen ver las estrellas y allí descansar durante la noche.

A la mañana siguiente salí a cazar como de costumbre y a la vuelta me subí a un lugar con buenas vistas donde pudiese ver el barco.

Varias horas después el grupo comenzó a salir, y extrañamente, aquél elfo que la noche anterior nos había seguido se encontraba con ellos. Me pregunté por qué, pero decidí no hacer preguntas en presencia de la drow.

Me acerqué al grupo y observé con detenimiento al elfo. No parecía tener intenciones belicosas para con nosotros, pero me andaría con ojo.


Salimos por fin de la ciudad y obsrevé como el nuevo elfo trataba de dar indicaciones vagas sobre como llegar a las montañas a las que nos dirigíamos. Sonreí para mis adentros, pero no creí oportuno hacerle ver mi sentido del humor, de modo que simplemente indiqué que efectivamente por allí se iba.
Lo que estaba claro es que con sus indicaciones llegaríamos al bosque, a mi bosque... y allí tendría que volver a verlos...

Andamos durante bastante tiempo. Observé como nuestro nuevo compañero no estaba acostumbrado al campo y le ofrecí acompañarme en el caballo; se negó.
Me pareció una falta de cortesía por su parte no aceptar cabalgar conmigo y más aún viendo que sus pies no habían andado antes sobre piedras, pero me callé y me limité a adelantarme para explorar el camino.

Durante el viaje andamos siempre al lado del río, y en determinado momento la naturaleza se enfureció, probablemente por algún comportamiento del estúpido humano; y nos tuvimos que enfrentar con cuatro elementales de agua.

Cuando se hizo de noche estábamos ya a una distancia bastante corta del bosque y decidimos descansar allí.

Por la noche hablé con el elfo y le avisé de la drow. Nos andaríamos con ojo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Uridim, cuaderno de bitácora D&D 09.05.2010

En cuanto leí el documento me giré hacia el líder de los sectarios que además de estar inconsciente, estaba bien atado.

Los dos Asimar se fueron del lugar para preparar el barco, y el idiota del humano comenzó un interrogatorio de risa.
Tras despertarlo, el guerrero trató de intimidarlo una docena de veces consiguiendo solo que cada vez se tomase menos en serio que su vida dependía de nosotros... De modo que decidí actuar.

Desenfundé mi daga y comencé a andar hacia él, el guerrero me salió al paso pero era demasiado lento y lo esquivé.
Me arrodillé junto al sectario y coloqué mi daga en uno de sus dedos.

Recuerdo haberle preguntado si sabía lo que dolía perder un dedo, y recuerdo que en ese momento el guerrero volvió a tratar de adoptar una pose intimidatoria, solo consiguiendo que el sectario se tomase a risa mi amenaza.
Con el fin de demostrarle que no tenía intención de andarme con tonterías, le rebané uno de sus dedos.

El líder sectario gritó de dolor y no se de donde, apareció el mediano y le arrancó de cuajo un trozo del codo.
Tuve que apartar la mirada de aquello, pero no podía detenerlo, no si quería que el sectario creyese que podríamos llegar a cualquier cosa.
Aun así comenzó a sangrar demasiado y tuve que improvisar un torniquete en su brazo.

Lo que no me esperaba para nada fue la reacción del guerrero... Imitando una extraña "entereza moral" agarró al sectario y tiró de él para sacarlo de aquél lugar.
Sin duda había perdido el juicio si es que algún día lo tuvo. ¿No pensó que con eso solo conseguía que no hablase nunca? Puede que los métodos del mediano hubieran sido extremos, pero a fin de cuentas ya no podíamos evitarlo.
Decidí que tenía que impedírselo y agarré yo también al sectario por el otro lado. Lamentablemente el tozudo humano tenía más músculos que yo y no pude retenerlo, de modo que en cuanto giró la cara para mirarme le solté un puñetazo en la cara a fin de que soltara al sectario.

El estúpido del guerrero siguió tirando de él, de modo que me vi obligado a amenazarlo para que se detuviese.
Desenfundé mi arco y le avisé de que si trataba de sacarlo de allí le dispararía.
Al subnormal del humano no se le ocurrió otra cosa que burlarse de mi diciéndome que "si le disparaba, lo pagaría"; de modo que le disparé.

Al tremendamente habilidoso Brakend le creció una flecha de la espalda y gritó pidiendo auxilio, pero siguió andando, de modo que le disparé otra flecha.

Escuché entonces que el asimar llegaba, y supe que me tomarían por algún tipo de asesino y que darían la razón al ingenuo del guerrero, de modo que con rapidez saqué mi daga, me hice un corte en el hombro y me tiré al suelo.

No se que estupideces dijo el humano, pero el caballero decidió que su versión era más real que la mía sin siquiera escucharme, y trataron de atarme. Yo procuré evitarlo, pero no lo conseguí.


Ya en el barco comenzó una especie de interrogatorio en que el guerrero se limitaba a decir que yo era un psicópata y que había estado a punto de matarlo, yo tuve que mentir, ya que sabía que los absurdos ideales del asimar le impedirían comprender que había obrado bien, que habría conseguido una confesión si la espada con patas de Brakend se hubiese estado cayado.

No me creyeron y me trataron como un criminal, de modo que decidí demostrarles la falta de inteligencia del humano a base de provocarlo.
Finalmente conseguí que me atacase delante de todos, y la opinión que tenían sobre él se vio mermada.

No es que me importara mucho, pero las "almas caritativas" del grupo decidieron que lo mejor sería cortar la cabeza al sectario sin hacerle más preguntas, de modo que lo mataron y enterraron.


Una vez llegamos de nuevo a la ciudad, yo me separé del grupo y fui a ver si el caballo seguía donde le había dicho. Me alegré al ver que así era, y me fui a cazar.


Horas después regresé al pueblo y comencé a buscar al grupo.
Cuando los encontré, un grupo de guardias de la ciudad les estaba deteniendo, acusándoles de "infieles", de modo que empuñé mi arco y disparé.
No tardamos mucho en acabar con ellos, y los "honrados" ocultaron los cadáveres en la casa de un extraño vidente. No comprendí bien ni quién era ni por qué confiaban en él; pero tampoco me importaba... Solo me importaba la misión que Elminster nos había encargado, y con este grupo de hipócritas no creía estar cerca de conseguirlo, de modo que decidí que lo mejor sería acercarme al cuartel de la guardia a mirar si mandaban a más gente en nuestra búsqueda.

Mientras estaba allí vi como el mediano trataba de entrar por la puerta, y como los guardias le impedían hacerlo.
Después se coló por una ventana, hubo un tremendo follón y saltó por la misma.
Los guardias salieron corriendo para buscarle, y la puerta se encontró desprotegida, de modo que el pícaro optó por entrar.
A mi no me quedó otra alternativa que salir de mi escondite y acompañarlo.

Subimos por unas escaleras y llegamos a una sala que parecía la del líder de la urbe.
El mediano comenzó a forzar la puerta y yo apunté con mi arco a la puerta, si lo hacíamos bien podríamos impedir un derramamiento de sangre dentro.

Cuando la puerta se abrió vi al líder, y no se por qué, pero supe que no se podía evitar el combate, y mi flecha voló hacia él.

Entre el pícaro y yo conseguimos abatirlo, y cogimos todos los documentos que parecían importantes del lugar, después fuimos a hablar con el resto del grupo, y el caballero asimar le ofreció al extraño vidente el ocupar el cargo de gobernante de la ciudad.
No me hizo ninguna gracia, pero no quise aumentar la desconfianza que sentían mis compañeros hacia mi, de modo que me callé.

No se bien cómo, pero minutos después estábamos acabando con los guardias que se negaban a aceptar al nuevo dirigente; y lo que fue aún más extraño, después el pícaro se metió en la herrería para obtener equipamiento.
Yo también entré y me quedé con todo lo que me pareció útil.

Estábamos listos para partir.

jueves, 29 de abril de 2010

Uridim, cuaderno de bitácora D&D 24.04.2010

Una imagen del bosque espinoso cruzó por cruzó por mi mente, y solo el ajetreo de la taberna consiguió recordarme que no estaba en casa, sino en busca de información sobre “El despertar del titán”.
Decidí que era momento de volver a la misión que Elminster nos había encomendado, de modo que escudriñé la taberna en busca de gente que pareciera extranjera, es decir, sin aquél tono tostado en la piel.
Fracasé, pues todos tenían el mismo color de piel, de modo que me decanté por concentrarme en las voces que escuchaba en el lugar.
Gabriella, la asimar me abordó con una conversación que realmente no me interesaba, pero por modales tuve que seguirla la corriente.
Me contó que era de Athktla y me dio otra información que olvidé al momento.
Mis oídos captaron entonces la frase “Que el titán sea contigo” y mis ojos volaron en la dirección en que lo había escuchado.
Un quinteto de hombres encapuchados se encontraba hablando en torno a una mesa.
Maldije mi inteligencia al no haber buscado gente con tales atuendos, pero rápidamente descarté aquella idea y me escabullí por la taberna hasta colocarme lo suficientemente cerca del grupo.
Supongo que olvidé detener la conversación con la asimar, pues se me quedó mirando extrañada, y poco después entró Brakend, el humano de Suszail que nos acompañaba.
Decidí ignorarlos y prestar toda mi atención a aquella conversación, de modo que en cuanto escuché acerca de que tenían una reunión en una isla cercana para despertar a la Tarasca, decidí tirarme un farol y comenzar una conversación con ellos.

Me acerqué, y tuve que improvisar rápidamente una forma de darles a entender que formaba parte de la secta.
“¿Esperáis el despertar del titán?” – Fue lo único que se me ocurrió, pero dio resultado, porque me contestaron con “Que el despertar sea contigo”.
Logré entonces sonsacarles información y supe que planeaban reunirse en una isla cercana para despertar a la Tarasca y así estar más cerca de despertar al titán. Supe que irían en un barco que salía a las 22:30, un barco llamado “Espíritu de la noche”.
No tardé en decidir que aquél barco sería nuestro pasaje hasta la isla, de modo que me despedí de ellos y acudí en busca de unos uniformes de la hermandad que me habían dicho que se encontraban en un barril del puerto.

El resto de elegidos de Elminster me siguieron, el humano desconfiaba de mi, pero decidí ignorar su falta de inteligencia y les otorgué a cada uno de ellos una toga de sectario.

El hipócrita del Asimar, Ithmair, pensó que no podía ir en un barco haciéndose pasar por nuestros enemigos, de modo que partió en un barco pesquero.
Absurdo, pensé, pero no hice nada.

El tiempo que permanecí en tierra lo pasé cazando un conejo para comer y con el caballo que me habían prestado los guardias hacía unos días.
Decidí soltarlo y esperar que aguardase mi regreso.

Una vez que lo hice me dirigí al barco y arriamos las velas.

Horas después llegamos a la isla y tras un ataque de unos lobos hambrientos, llegamos al lugar donde al parecer se iba a llevar a cabo el ritual.
Fuimos engañados, y los sectarios nos tendieron una emboscada.
No fueron rivales difíciles, y capturamos a su líder para interrogarlo.
Había un extraño escrito en las pertenencias del líder que decía
“La sustitución de líderes ha comenzado”.

Mal presagio.

jueves, 22 de abril de 2010

Uridim, cuaderno de bitácora D&D 17.04.2010

Viajé a Ankhapur movido por la fama de la fiesta del nuevo año de aquella ciudad.

Todo era extraño en la urbe... demasiada gente iba y venía por todas las calles sin preocuparse por pararse un momento a preguntarse qué es lo que les movía, demasiado ruido en las calles, demasiada poca naturaleza, demasiados humanos.

No se muy bien cómo, acabé en una taberna bebiendo zumo de frambuesa tranquilamente en una esquina. En la taberna había gente que me llamó la atención: Un humano de apariencia fuerte, dos caballeros, un mediano dado a meter la mano en el bolsillo ajeno, una mujer con poderes mágicos y... y una drow...

El suelo retumbó y las ventanas se rompieron para dar pie a un pequeño grupo de kobolds que nos atacó. Los clientes de la taberna corrieron a esconderse, al igual que hice yo inicialmente.
Al observar que algunos de los clientes hacían frente a las criaturas (El humano fuerte, un caballero, el mediano y la maga), creí oportuno ayudarles con mi arco, y desde mi escondite intenté acabar con el enemigo.

No conseguí gran cosa, pero en definitiva las criaturas murieron.

Al salir de la taberna vi como un hombre de aspecto siniestro abría un portal y escapaba con los kobolds supervivientes. Llevaban capturado a un hombre de aspecto importante que más tarde supe que era el líder de la urbe.

Ayudé a agrupar los cadáveres de la población y a quemarlos. Cuando acabamos ante el grupo que habíamos combatido en la taberna, apareció un individuo que dijo ser Elmnister.

Nos contó que una secta llamada "El espertar del titán" (o algo similar) querían hacer renacer a un antiguo titan oculto bajo una montaña. Nos dijo también que para ello querían liberar a un demonio atrapado en una montaña... Nos dijo que tendríamos que colaborar con nosotros, y aunque le indiqué que me negaba a colaborar con una drow, me dijo que tendría que hacerlo... Acepté y se marchó.

El mediano de nuestro grupo se escabulló y forzó la puerta de la herrería de la urbe tras robar un par de carteras. Dentro quiso conseguir equipo para todos, el idiota del caballero se dejó llevar por sus ideales hipócritas y dijo que no iba a llevarse una armadura porque sí. El mediano dejó unas pésimas  botellas de vino como pago y me vi obligado a decir que el intercambio era justo para que se pudiesen equipar para la tarea que nos aguardaba. Encontré también un arco y lo cogí pensando que probablemente el herrero no hubiese sobrevivido a la noche.

El grupo nos volvimos a reunir, y tras conseguir que la milicia local nos diese dos caballos, partimos la ciudad vecina de Saelmur en busca de noticias.

Por el camino el resto del grupo fue tan estúpido que quiso acampar en un claro que era claramente territorio de caza de una manada lupina. Aunque inicialmente pensé que unos estúpidos como ellos serían un buen bocado para los lobos, recordé que Elminster había dicho que formábamos un grupo, y que el fracaso de uno implicaría el fracaso de todos. Finalmente les indiqué que sería mejor continuar.

Al llegar a la ciudad la desesperanza asoló mi corazón. También había sido atacada.

Me dirigí a la taberna local para tratar de obtener información, observando como la mayor parte del grupo se dirigía a otros quehaceres.
En la taberna mi pobre dominio de la comunicación con seres "racionales" hizo que no obtuviese ninguna información, pero aun no me daría por vencido.

Saludos

Bienvenidos a mi blog, Mensajes del Ansible.

Este blog tratará de juegos de rol y de narraciones de las vivencias de los personajes.

Sin más dilación procedo a esperar que disfruten con mi blog.